<<Entrevistamos a Sandra Aza, la autora de Líbelo de Sangre. Historia que se adentra en el Madrid de 1.620 y que durante la cuarentena y después de ella sigue sumando muchos lectores a la gran familia de Libelos>>
Sandra, ¿Qué le hizo escribir Libelo de Sangre?
R: El germen de Libelo de sangre reside en un sueño y una historia. Ambos latían en mí desde hacía mucho tiempo, y, mientras el sueño a diario se enfundaba en trajes de realidad y solo los domingos se permitía pasear por campos verdes de quizá, la historia, cual vid enraizada en mis entrañas, maduró a la sombra de rutinas de oficina y, en época de vendimia, granó. En cuanto eso ocurrió, sueño e historia aunaron fuerzas y me empujaron a estacionar mi vida para reconvertirla bajo los designios del uno y procurársela a la otra.
¿Por qué elegir el siglo XVII, durante el reinado de Felipe III? ¿Por qué adentrarse en el año 1620 que está dentro del Siglo de Oro?
R: Porque no existe época que me fascine más; en particular, los reinados de Felipe III y Felipe IV. El cetro de padre e hijo, desganado de política pero devorador de lujo y ávido de arte, colmó la sociedad de algo harto susceptible de novelar: de paradojas, circunstancia que alcanzó cotas disparatadas en Madrid, pues no en vano tras sus murallas se asentaba la sede de dos cortes imperiales: la de España y la del hambre; la una, fastuosa y de artistas un nirvana; la otra, espantosa y del infierno hermana, y ambas maridadas, una fuente inagotable de Historias e historias.
¿De dónde viene el nombre de Libelo de sangre?
R: Llamamos “libelo de sangre” a una querella que acusa a los judíos de secuestrar niños cristianos y, tras someterlos a cruentas torturas, crucificarlos en una recreación burlesca de la pasión y muerte de Jesús.
Aunque la veracidad de estos crímenes solía cabalgar entre la infamia y un antisemitismo aún hoy pendiente de superar, el suceso despertaba tal morbo e indignación que los presuntos criminales eran juzgados de manera oficiosa en los mentideros del pueblo y por el pueblo, y de manera oficial en un tribunal y por un tribunal, el de la Santa Inquisición. El pueblo siempre declaraba culpables a quienes renegaban del nombre de Dios sin proceso ni leyes; la Inquisición también lo hacía, pero proceso y leyes mediante.
El título de la novela procede de este concepto, pues toda la historia gira en torno a un libelo de sangre del que son víctimas Sebastián Castro y Margarita Carvajal, un matrimonio de credo sincero que se ve inmerso en los lodos de una familia ilustre ajena a ellos pero cuyos destinos se cruzan cuando un testamento inconveniente empieza a barrerles el camino a la hoguera.
¿Cómo ha sido viajar al Madrid del 1620, estando presente durante ese tiempo la Santa Inquisición?
R: Ha sido toda una experiencia, porque la Inquisición me interesa tanto como el Madrid del Siglo de Oro. Al principio el morbo regaba ese interés, pero luego la curiosidad se impuso. Quería saber cuánto había de cierto en la famosa leyenda negra de la Inquisición española y si de veras semejante cúmulo de atrocidades e injusticias enluta su huella.
Un día devoré más que leí “La Inquisición Española: una revisión histórica”, de Henry Kamen. A partir de entonces, empecé a quitar a la historia capas de cuentos contados e internarme en la Historia por contar.
¿Ha querido mostrar su faceta de abogada en la pareja principal de la historia, en el matrimonio de Sebastián y Margarita que por ende están en alta burguesía?
R: Pretendía mostrar la realidad de la Inquisición sin lavarle la cara ni tampoco ensuciársela, objetivo que demandaba describir un pleito inquisitorial desde la más severa neutralidad.
Un proceso de fe transcurría tal cual se detalla en Libelo de sangre, y en esa labor mi experiencia forense sí me ha ayudado, no solo en la comprensión de los conceptos sino también en el uso de la terminología.
Libelo de sangre no es, sin embargo, un ensayo jurídico; es una novela donde el pleito inquisitorial se sucede de forma paralela a la lucha de los protagonistas por apagar una hoguera que cada vez humea más.
Así, mientras Sebastián Castro y Margarita Carvajal defienden su inocencia ante el tribunal e intentan no sucumbir a los rigores de las cárceles secretas del Santo Oficio, su hijo mayor, Alonso Castro, busca la manera de salvarlos sumergiéndose en los bajos fondos de un Madrid sórdido y oscuro, donde, tirando de coraje y perseverancia, aprende a sobrevivir.
La indigencia, la miseria, la desesperación, la corrupción, los mentideros de la Villa, la Inclusa, un amor consumado y fructificado en soltería, un matrimonio por amor nacido y en el amor construido, el mundo de los naipes y las apuestas, la sangre del hambre o el hambre de sangre danzan con las rutinas de la alta sociedad y el penoso devenir de los cristianos que, pese a sus raíces conversas, siempre lo fueron y de los judíos que, pese a su traje cristiano, nunca lo dejaron de ser.
Todas estas puntadas forman un paño argumental con el Madrid de la época por escenario, un Madrid que envuelve al lector cual máquina del tiempo hasta hacerle sentir más personaje que lector.
¿Le ha resultado difícil utilizar palabras del castellano antiguo, ya que en la época actual algunas de ellas se han perdido con la actual tecnología?
R: Al principio, sí me resultó difícil, porque, al fin y a la postre, se trata de un idioma distinto al mío, como el inglés, el francés o el alemán.
Aunque mi afición a la literatura del Siglo de Oro me había proporcionado bastante apego al añejo decir, ni lo manejaba ni nunca me planteé hacerlo… hasta que Libelo de sangre desembarcó en mi vida. Hube entonces de aprenderlo, y hube de aprenderlo, además, desde un estadio de ignorancia muy desmoralizante, porque, cuantos más pasos daba en sendas de estudio, más conciencia adquiría de las mediocres huellas que esos pasos dejaban en sendas y en estudio.
Sin embargo, quien mucho timbra la cuerda termina tocando el violín, y supongo que tal me sucedió… aunque, en honor a la verdad, en vez de terminar tocando el violín, más bien acabé como las maracas de Machín.
Pasé del “¿cómo lo llevas?” al “buenos días nos brinde el Señor”; del “colega” al “maese”; del “ok” al “así sea”; del tú al vos; del usted al vuesa merced, y de “estar rayado” a “andar descalentado”.
El currante de donut y despertador se convirtió en “pechero de gallo y letuario”; el macarra, en “buscarruidos”; el torpe, en “pataliebre”; el cobarde en “temebrisas”; el pudiente en “doño”; el humilde en “rebañasandías”, y el indigente en “lamecharcos”.
A mi marido le respondía “me ahincaré en el menester” en lugar de “lo intentaré”; al vecino no le anunciaba “¡está cayendo la mundial!”, sino “el cielo prodiga llanto”, y, si llevaba bollos a la oficina para desayunar, decía a mis ojipláticos compañeros: “he traído condumio de alba, que todo confite las muelas alboroza y las cuitas emboza”.
En definitiva, el viaje que me llevó de Felipe VI a Felipe IV implicó un aluvión de cambios, entre los que destaca mi forma de expresarme, una forma de la que, para chanza y chiste de mi entorno, todavía no he conseguido desembarazarme.
Aunque ciertamente algunos vocablos utilizados en Libelo de sangre han sucumbido a la jerga actual, muchos otros resisten el envite de la modernidad y continúan integrando el verbo de numerosos pueblos que, alejados de las grandes urbes, conservan el acervo del ayer.
¿Cómo ha sido el proceso de documentación sobre el Madrid del 1620 y del siglo XVII?
R: El proceso de investigación ha exigido estudio e inmersión.
De los cuatro años que invertí en la novela, pasé dos estudiando la época y los otros dos, viviéndola. Ahondé en el Siglo de Oro para empaparme de gastronomía, moda, comportamiento, talante, léxico, usanzas…; en definitiva, de todo lo que forma y conforma una sociedad.
El día que me planté en una fiesta de carnaval luciendo jubón y basquiña, me barrunté el fin inminente de mi particular transición de estudio a inmersión, pero, cuando experimenté cambios en mi modo de hablar y empecé a tratar a mi gente de vuesa merced, la cuestión asomó clara cual agua de manantial. Ya me veía capaz de abandonar mi realidad y adentrarme en la de los personajes para escribir, pero no sobre ellos, sino como ellos.
Sandra, ¿en qué género podríamos meter a Libelo de Sangre? Novela negra, romántica, histórica…
R: Me confieso bastante desmañada encajando libros en géneros, porque lo que unos consideran blanco otros lo ven negro… o verde, o rojo… o azul. No obstante, en este caso, la respuesta es albina: Libelo de sangre se enmarca en el género de novela negra histórica.
Sandra, ¿nos puede contar qué tal ha sido sacar su primera obra literaria dentro de una pandemia mundial?
R: Ha sido complicado, pero, considerando la magnitud de esta tragedia, las piedras de mi camino se me antojan arenilla frente a las que otros han sorteado y continúan sorteando.
¿Cómo ha vivido la presentación de Libelo de sangre a través de las redes sociales, que tan importantes son en estos tiempos?
R: Las redes sociales han resultado cruciales. Tras quizá demasiado tiempo de clausura, salí al exterior completamente indocta al respecto; ni siquiera tenía una cuenta de Facebook o Instagram. Sin embargo, reacia a aceptar que el fruto de tanto esfuerzo y tanta renuncia muriera casi antes de nacer, me metí en esas aguas.
Al principio me parecieron gélidas, pero el inmenso apoyo que siempre he encontrado en el mundo virtual las entibiaron hasta procurarme tal abrigo que ahora las siento cálidas como jacuzzi de sultán.
¿Ha sentido el cariño de los lectores durante todo este tiempo en lo que lleva Libelo de sangre?
R: No es que lo haya sentido; es que lo llevo prendido en el alma. Los vientos de Libelo de sangre soplan gentiles gracias a ellos; mi sonrisa no afloja gracias a ellos; mi ilusión sube gracias a ellos, y mis lágrimas bajan emocionadas gracias a ellos. Todo se lo debo a ellos; a todos considero padrinos y madrinas de la criatura, amigos míos y lacre con forma de corazón en la historia de un sueño cumplido.
No sé qué futuro espera a Libelo de sangre, pero sí sé qué futuro me espera a mí: hoy guardo un tesoro que no me pertenece; es un cofre repleto de abrazos, esos que algún día me llevarán a recorrer tierra, mar y aire para entregarlos a sus dueños: todos los que envolviéndome en un abrigo de cariño templaron el frío invierno de los comienzos.
No me importa resultar pesada, porque hasta que la voz me falle o el aliento me falte reiteraré la palabra que ahora y siempre colmará de sol mi lluvia y de lluvia mis sequías: GRACIAS.
Por último, Sandra, ¿qué nos puede adelantar de tus próximos proyectos? ¿Se viene una nueva novela para Sandra Aza?
R: Se acerca la continuación de Libelo de sangre. Alonso Castro regresará y, con él, Juan, Antonio, Diego, Miguel y muchos nuevos personajes.
Ojalá todos juntos consigan anudar la garganta de los lectores como ellos me la anudan a mí cada vez que me regalan su tiempo, su solaz y sus letras.
Y sabed, miembros de la Comunidad del Libelo, que a vuesas mercedes dedicaré esa continuación.
<<Para finalizar la entrevista, desde AfondaresCultura damos las gracias a Sandra Aza por su tiempo y dedicación y desde ya tenemos las ganas de leer la continuación de Líbelo de Sangre» >>