<<Entrevistamos a Fernando J Múñez autor del título de «La Cocinera de Castamar» cuya serie comienza hoy en Atresmedia esta historia que atrapa por sus toque culinarios y por el Madrid del 1720 no dejéis de leedla>>
¿Quién es Fernando para quién no le conoce?
R: Es ante todo un amante de los libros, el cine, los juegos (de rol y de mesa) y las buenas conversaciones. Y no podría decirte cuál es el orden de preferencia en todos estos. Consumo mi ocio entre libros de filosofía (por deformación, supongo), novelas y cómics principalmente europeos (me gusta coleccionarlos); veo cine y series si puedo cada día, desde obras de autor menos conocidas hasta los blockbuster de Marvel (depende de lo que me pida el cuerpo). De ahí lo de las buenas conversaciones, si es frente a un café o una comida, mejor. Lo de los juegos de rol viene de largo cuando con 14 años me introdujo mi primo Eduardo en ellos. Comencé a desarrollar los míos, mis propios mundos, que después de tanto tiempo sigo desarrollando. Tengo el privilegio de tener grandes amigos con los que juego casi todos los viernes desde hace más de veinte años.
¿Cómo le surgió la oportunidad de escribir “La Cocinera de Castamar” viniendo usted del mundo cinematográfico?
R: Que yo tuviera un pie en el mundo audiovisual, entre platós y cámaras, no influyó en escribir «La cocinera de Castamar». Es cierto que desde que era pequeño pude observar cómo se rodaba, gracias a que mi padre y mi tío estaban dentro del mundo de la publicidad y rodaban anuncios. Sin embargo, esto no motivó mi escritura. Mi formación principal es en letras. No en vano me licencié en Filosofía. Comencé a escribir muy pronto, de niño. Con esto quiero decir que, antes que director, me considero novelista, un contador de historias. Por eso «La cocinera de Castamar» era una historia que llevaba mucho tiempo rumiando en mi interior y la tuve que dejar salir, como cuento en la nota de autor de la novela.
¿Por qué ambientó la historia dentro del marco del Madrid de 1720?
R: Por varias razones. El Madrid de principios del s. XVIII era, por supuesto, una capital mucho más pequeña que ahora, pero también comparada con otras capitales europeas como París, que podía albergar cuatro veces más población. El Paseo del Prado era el límite por el este. Más allá se encontraba el Palacio del Buen Retiro (del que quedan apenas dos edificios) y sus jardines. Por otro lado, el actual Palacio Real, entonces el Alcázar de los Austrias, y el Manzanares era el del oeste. Es decir, pese a ser la capital de España, no era una gran urbe. En ella convivían todavía espacios rurales y urbanitas, la aristocracia, los pequeños talleres, las mancebías… Y esto era para mí importante, porque Madrid, a pesar de que las barreras sociales era infranqueables y de que los espacios eran infranqueables también, representaba un poco la sociedad en general. Era un microcosmos donde todas las clases sociales convivían muy cerca. Se tocaban constantemente aunque los mundos estuvieran separados por barreras invisibles.
¿Cómo ha sido el proceso de documentación, para recrear el Madrid de por aquél entonces?
R: Arduo, porque en el fondo, cuando recreas una época, no dejas de tener que intuir cosas en base a los datos que tienes. En mi caso particular, yo suelo imbuirme de los datos históricos gruesos para saber cuál es el marco en el que voy a moverme. Quién reinaba, por qué, las políticas y reinos implicados, etc. Después es cuando empiezo a desgranar el resto: modas, costumbres, gastronomía, ritos sociales, religiosos… y es esto lo que me lleva a la intrahistoria de la época. Pese a todo, al final, no puedes viajar en el tiempo, y esto hace que solo sea una aproximación más o menos certera.
¿Por qué eligió la época del Reinado de Felipe V?
R: Había muchas cosas que me atraían del s. XVIII. Primero, el tipo de sociedad, jerarquizada e inmovilista. Uno nacía en el estado llano y moría sin posibilidad de cambiar de clase social. El rey era el epicentro del estado y todo orbitaba en torno a él. Esto hacía que mi personaje, Clara Belmonte, fuera un tipo de persona marginal, por cuanto era mujer formada y además capaz de ganarse la vida y prosperar, lo que la abocaba a ir en contra de ciertas normas establecidas. Las mujeres no tenían estas oportunidades, ni siquiera como cocineras jefes de una gran casa, pues estos puestos estaban completamente copados por los hombres. De hecho, tanto ella como su madre son excepciones que llegan a donde llegan por oportunidades del destino y su extraordinario talento. Por otro lado, a principios de 1700 se establece una guerra continental europea por la hegemonía cuyo epicentro es el trono de España y qué rey se sentará en él. Esta guerra me daba un telón de fondo para los personajes, para que todos ellos tuvieran en sus almas sus propias cicatrices, sus bagajes y dimensiones.
¿Cómo ha sido adentrarse en la vida de Duques, Marqueses, La Corte española y bajar a los subsuelos del Madrid de los antiguos burdeles y barrios pobres?
R: Apasionante, sobre todo. Disfruto con la época, y disfruté al pasar por los diferentes estratos sociales porque, para mí, escribir es viajar. Por eso se me hace imprescindible bucear en las costumbres, en los ritos sociales, pero teniendo presente la referencia al espíritu global de esa época. Este marco es el que me permite contemplar el periodo como telón de fondo, a brochazos, y así cuando escribo siento que el viaje se acerca más a ese tiempo. Me gusta adentrarme en el bosque sabiendo cómo es este y donde están sus límites.
La historia tiene como trasfondo la cocina ¿Por qué ese toque de cocina? ¿Es Fernando muy cocinero? ¿A través de la cocina surge el amor entre Clara y Don Diego, qué nos puede contar sobre ello?
R: Porque la cocina genera universos en sí, es un lenguaje no hablado pero que puede producir sentimientos que se expresa en otros. Mi interés estaba en marcar el contraste entre una muchacha que no puede abandonar la cocina, pero que, dentro de ese espacio reducido, es capaz de crear un cosmos de sabores, texturas, aromas, condimentos, especias y técnicas… Y este lenguaje es el que termina por salir de esas paredes para afectar al resto de Castamar, a sus almas y transformarles. La cocina no deja de ser el idioma secreto que Clara y don Diego se comunican, él le regala libros de cocina y ella los cocina, y lo fascinante es que, mientras esto ocurre, se conocen sin que nadie lo sepa.
Respecto a si soy cocinero, solo hago mis pinitos. Supongo que me viene de mi madre porque en casa siempre hemos comido maravillosamente bien, por cómo cocinaba ella. A mí me gusta hacer platos y trato de aprender de todo lo que veo, sobre todo de Arguiñano, que me veo su programa.
¿Cómo ha sido escribir a Clara, a Don Diego de Castamar, al Marqués de Soto, a la señorita Castro y demás personajes de la historia?
R: Como escritor de brújula, crear cada uno de esos personajes es convertirte en ellos temporalmente, al menos en mi caso. Solo así puedo escribir sobre su alma, sus acciones, su historia. Estar en ellos en ellos es fluir en su naturaleza, en sus pensamientos, en la forma en la que sienten hablan y se comportan. Solo así se consigo vivir en ellos. Después, cuando ya los tienes interiorizados, los personajes tiene su propia vida y toman sus propias decisiones, y no puedes llevarlos por donde tú quieras.
¿Por qué el nombre de “La Cocinera de Castamar”?
R: Porque es sencillo y directo. No necesita explicar más de la novela, el resto ya está en sus páginas. Me gustan los títulos que aluden directamente a la obra de forma simple. El título de una obra no siempre tiene que ser enigmático para captar el interés del lector, a veces lo sencillo funciona en este mismo sentido. Muchas de las grandes obras clásicas tienen títulos que las definen directamente desde el principio y luego, cuando el lector termina de leer la obra, se completan mucho más. Mira, por ejemplo, «La regenta», «Fortunata y Jacinta», «Zacalaín el aventurero», «Oliver Twist».
Si tuviera que elegir un personaje del libro ¿Qué personaje elegiría porqué?
R: ¡Buff!, difícil pregunta. De alguna forma todos han pasado por mí y es como preguntarle a un padre cuál es su preferido. Pero aun así, te diré el que más me conmueve: Úrsula, el ama de llaves que domina Castamar con mano de hierro. Úrsula no es una mala persona, es una mujer que nunca ha sentido lo que es amar ni ser amada. Es producto de una vida durísima, porque pasó de un padre asfixiante a un marido maltratador. Nadie nunca ha velado por ella ni la ha ayudado (salvo doña Alba, de ahí su adoración) y su modelo a seguir no deja de ser otra mujer que adopta estrategias de dominación sobre el servicio. Sin embargo, todo ese escudo de acero y frialdad se desmorona cuando se enfrenta a dimensiones de la vida que ella piensa que no existen, cuando de repente alguien que ella considera su enemigo le dice que la ama, que la ha amado en silencio desde siempre y que admira su fortaleza. El arco de este personaje es el que más me seduce por el viaje que hace, porque muestra que las personas somos producto de las vivencias y decisiones que tomamos.
¿Cómo le surgió hacer la serie sobre “La Cocinera de Castamar”? ¿Y qué tal ha sido la experiencia de grabar la serie? ¿Es serie de con un final cerrado?
R: La idea de la serie de televisión, tal y como cuento en la nota de autor, me la sugiere mi amigo Rodolfo hace años. Sin embargo, no volvió a mí, siendo sinceros, hasta haber publicado la novela, cuando Atresmedia se interesa en adquirir los derechos. Cuando esto ocurre, la serie pasa a estar en sus manos y les propuse todo aquello que a mi juicio pudiera mejorar la obra audiovisual. Más allá de esto, hago un pequeño cameo que me divirtió. Respecto del final abierto…. mejor verlo. Nunca ha sido bueno contar los finales.
Por último Fernando ¿Qué nos puede contar sobre sus próximos proyectos?
R: Pues el 5 de mayo saldrá a la luz, pandemia mediante, mi segunda novela, «Los diez escalones» publicada también por Planeta. Es una obra homenaje a «El nombre de la rosa», que narra la historia del cardenal Alvar León de Lara, en 1283 d.C y su amor desagarrado por una mujer. Este es requerido por el abad de Urbión, su mentor, para que regrese a la abadía en Castilla, su antiguo hogar. Desea hacerle partícipe de un gran descubrimiento, algo que, según dice, podría cambiar el curso de la cristiandad. A Alvar no le resulta fácil el retorno, pues abandonó aquel lugar hace veinte años con el alma rota. Sin embargo, a su llegada suceden eventos inesperados y se verá atrapado por estos
<<Para finalizar la entrevista, desde AfondaresCultura damos las gracias a Fernando J Múñez por su tiempo y dedicación y estaremos atentos a esa próxima obra literaria que está por salir llamada «Los Diez Escalones» y por supuesto con ganas de ver la nueva serie de «La Cocinera de Castamar>>